Dicen no ser indies. Y tampoco se sienten rockeros. Lo cierto es que ni con los unos ni con los otros se sienten cómodos los músicos de Miss Caffeina. Será una cuestión de falta de empatía por ambas partes. O será cosa de las vísceras. No se sabe. La cuestión es que ahora, después de cuatro EP's, Miss Caffeina se la juega con su primer disco. Urge ganarse un sitio en el panorama musical español . Y todavía no es tarde para ganarse el respeto de sus compañeros de gremio.
Es mediodía en la Plaza Mayor de Madrid. Entre las columnas porticadas surgen camareros que parecen sacados cabalmente de una escuela de pícaros. Entre ellos compiten por sentar en su mesa a lo más incauto de la extranjería sin el más mínimo miramiento. Estamos en el Arco de Cuchilleros, bajo el emblema del casticismo y la leyenda bandolera. A la vuelta está una plaza recoleta, un remanso de paz en el tráfago cosmopolita del Madrid de los Austrias. Allí tengo cita con Sergio, guitarrista de Miss Caffeina. El chico luce un look distinto al habitual. Y no tarda en dar explicaciones. De camino al estudio de grabación, me cuenta que la noche anterior habían estado de juerga. “Es que llevamos muchas horas aquí metidos…”, trata de justificar. “Prometimos asistir esta noche a la fiesta de nuestra editorial, vestidos de rockeros de los setenta”, explica. “Y nunca debes prometer nada sobre tu barba cuando estás borracho”.
“¡Tío, pareces Harrison!”, exclama Jordi Mora, el ingeniero de sonido, nada más entrar al estudio. Allí está Ricky Falkner, productor del disco, que bromea con Sergio sobre con qué peinado puede sorprendernos por la noche. Sergio ríe las gracias y se afana en enseñarme las dependencias del estudio donde llevan cerca de un mes trabajando. “En este estudio se suelen grabar bandas sonoras de películas”, dice, al tiempo que pasamos por un angosto pasillo que comunica con una sala de decoración setentera. “El primer día, este sitio te parece muy vintage. Pero cuando llevas tres semanas, te preguntas qué no habrá ocurrido encima de ese viejo sofá”. Sergio se queda en silencio un instante, mira a su alrededor y dice con admiración: “Joder… Aquí también grabó Camarón”.
Volvemos al estudio. Sergio sabe que en Galia Unplugged nunca hemos sido benevolentes con su grupo. “Eso me gusta”, asegura. “Nosotros leemos todo lo que se escribe sobre Miss Caffeina. Pero descartamos tanto la crítica zafia, que sólo quiere hacer daño, como aquéllas en las que dicen que somos lo más grande que han escuchado. Ni una cosa ni la otra”, admite. “En una crítica vuestra de un concierto con Depedro, tu compañero decía que no le habíamos gustado, pero de manera profesional y respetuosa. Son esas cosas de las que tomamos nota.”
“¿Quieren pensar que Sidecars sí son ‘rockeros’ y en cambio nosotros somos ‘poperos’? Pues que lo piensen, pero hemos hecho bolos juntos y compartimos mucho público”
“Quiero que escuches algo”, dice. Y comienza a sonar la canción que da cierre al disco. Un tema acústico, largo, con varios minutos instrumentales. Ricky mueve la cabeza en señal de negación. “Está desafinado. ¿Lo oyes?”, dice afinando el oído. Y deja entrever un perfeccionismo casi enfermizo. “Cuando trabajamos con Ricky todo ha de sonar impecable”, aclara Sergio. Y la explicación va seguida de un lamento en tono resignado. “Lo que pasa es que hoy en día no se premia que las cosas suenen bien” .
Posiblemente, a los componentes de Miss Caffeina no les faltan razones para quejarse. Y es que han vivido en primera persona las más feroces críticas. “Dicen que somos blanditos…”, suspira, al tiempo que enciende un cigarro. “Es cierto que la voz de Alberto hace que las canciones suenen a pop. Y está claro que si a un tema le metes una producción cuidada, piano y violines va a sonar más blandito.”, reconoce. “Pero este disco es más potente. Y nuestro directo es rock. Suena cañero”, asegura, sin tirar la toalla. Finalmente, exhala una bocanada de humo para añadir: “¿Quieren pensar que Sidecars sí son ‘rockeros’ y en cambio nosotros somos ‘poperos’? Que lo piensen, pero hemos hecho bolos juntos y compartimos mucho público”.
Y es que Miss Caffeina debe su afortunado nombre a una canción de Buenas noches Rose. De hecho, algunos de sus ex integrantes, como Rubén Pozo (Pereza) o Alfredo Fernández (Le Punk), ya han colaborado con ellos. Sin embargo, la música de Miss Caffeina poco o nada tiene que ver con la de la emblemática banda de los 90. “A ambos grupos nos unen las influencias, pero nosotros las enfocamos de otra manera”, aclara.”Cuando decimos que somos una banda de rock nos referimos a la actitud. Por mucho rock que escuchamos, nuestras melodías, nuestras letras y la forma de cantar de Alberto no permiten hacer rock clásico”.
La huida de las etiquetas es una constante en todos los grupos. Sin embargo, esta lucha puede convertirse en un arma de doble filo. Y es que colocarse en tierra de nadie antes de forjar una identidad no siempre ayuda cuando se trata de conquistar la admiración del resto de los músicos. En cualquier caso, ellos lo tienen claro, por muy osado que sea. “No queremos aferrarnos a una única idea de lo que es Miss Caffeina musicalmente. De nosotros se tiene que poder esperar cualquier cosa. Quién sabe si en el próximo disco nos dará por la copla o por presentar un musical”.
“No creo que los rockeros de este país nos incluyan como uno de los suyos. Aún así, sentimos más el rechazo del indie fundamentalista”
“Nosotros no tenemos necesidad de disociar las cosas. Nos movemos por emociones. Las etiquetas las necesitan los medios”, afirma con coherencia. De hecho, sorprende que entre sus gustos se pueda ir desde Coldplay a Madonna, pasando por el ya mencionado Camarón. “Es que hay grupos que parecen sacar el mismo disco una y otra vez. No queremos caer en eso”, comenta en cuanto a la creación de un estilo personal. Ante tal afirmación, pregunto hacia dónde van dirigidos sus dardos. “No lo voy a decir. Voy a ser elegante”, contesta.
Y a continuación vuelve a un tema recurrente: “No creo que los rockeros de este país nos incluyan entre uno de los suyos”, confiesa, con la mirada puesta especialmente en los músicos del madrileño barrio de la Alameda de Osuna. Y es que basta con recordar su pasado concierto en los Teatros del Canal de Madrid. Allí compartieron cartel con Sidecars. Y debió ser entonces, al compartir público, cuando comprobaron la apatía que despiertan entre el ala más rockera. Por eso añade: “Es más, tengo la impresión de que los rockeros clásicos nos van a ignorar bastante”.
Una vez descartada la alianza con la facción rockera, Sergio hace una afirmación aún más rotunda: “Aún así, sentimos más el rechazo del indie fundamentalista”. Y es que tardaban en aparecer las inevitables consecuencias de la equidistancia. “No somos comerciales que se visten de indies (de hecho, vestimos mucho mejor que la mayoría de los indies). No estamos con multinacionales ni vendemos miles de discos, tal como piensan algunos. El disco lo vamos a sacar nosotros solos. Y si todo va bien, comenzaremos a dejar nuestros trabajos”, reivindica con visible coraje. Y concluye: “Nos han dado tanta caña con el tema indie-comercial, que ya nos la suda bastante. Nos aburre”.
“Que Prince pasa de internet, que Calamaro da una patada a Twitter, que a Sidecars les parecen una mierda las redes sociales… Perfecto. No es nuestro caso”
Suena ‘Capitán’, el que será single de su próximo trabajo. “Es nuestro momento”, dice Sergio con convicción. ¿Por qué ahora?. Lo cierto es que son ya cuatro años de trayectoria y madurez con cuatro EP’s a sus espaldas. “No queríamos hacer un disco con lo primero que se nos viniera a la cabeza, así que preferimos ir grabando poco a poco”, aclara. “Lo que nos pedía el cuerpo era plasmar este momento de la banda porque ha sido cuando algunas canciones han dicho ‘ahora’”. Y no concluye sin lanzar una pulla al aire. “Hemos visto muchos discos que eran ‘grandes éxitos’ de lo que había hecho un grupo durante varios años. Y eso es justo lo que no queríamos.”
“Nos han llegado a decir que parecemos un centro de atención al cliente”, reconoce, con respecto a su actividad continuada en las redes sociales. “No es para tanto. Sólo somos unos tíos de veintitantos que estamos en internet”, dice, antes de sacar su móvil y mostrarme cómo responde a un par de comentarios. “¿Ves qué sencillo? No nos cuesta nada y así atendemos a la gente que nos consulta dudas o que nos quiere demostrar su cariño” .
“La mejor manera de conocer música es el boca a boca. Y nosotros hemos empleado las redes sociales para colgar nuestra música y promocionarla de la manera más agradable posible”, asegura. “Y eso no es ir a meter nuestro disco al buzón de la casa de nadie”. Sin embargo, hay quien no comparte esta opinión. “Que Prince pasa de internet, que Calamaro da una patada a Twitter, que a Sidecars les parecen una mierda las redes sociales… Perfecto. No es nuestro caso”.
Han pasado varias horas desde que empezó nuestra conversación. De improviso llega al estudio la cantante Zahara, lo que sirve para recordar que ya es hora de comer. “Siempre graba algo con nosotros”, me había explicado Sergio. Y concluye, a modo de resumen, antes de abandonar el estudio de grabación: “Al final, todo se reduce a los Beatles y Bob Dylan”.
Subo la Calle Mayor con el gusto de haber conseguido conocer la cara más irreverente de los siempre correctos Miss Caffeina, que no suenan a rock, que no son indies y a veces pueden parecer un centro de atención al cliente. Ahora, con su nuevo álbum, tendrán la oportunidad de definirse, de encontrar un sitio propio en el mundo de la música.
Miss Caffeina es un nombre afortunado, nadie lo duda. Pero el antecedente de un tema compuesto por Buenas Noches Rose les está obligando a buscar la buena música en sus propios orígenes. Que así sea.
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